Decorar al estilo mediterráneo

El estilo mediterráneo es una de las apuestas más deseadas en el diseño de interiores contemporáneo. Su capacidad para crear espacios frescos, luminosos y conectados con la naturaleza ha convertido esta estética en un referente para quienes buscan una vivienda donde reine la serenidad sin renunciar al carácter. Inspirado en las casas encaladas de las costas del sur de Europa —España, Grecia, Italia o el sur de Francia— este estilo fusiona tradición y sofisticación, materiales nobles y una paleta de colores que respira mar, sol y calma.
1. Una paleta que respira mar y tierra
La base de toda decoración mediterránea es su paleta cromática, que parte de los blancos y neutros para permitir que la luz natural sea la protagonista absoluta. El blanco en paredes y techos es casi una constante, aligerando los espacios y aportando sensación de amplitud.
A este fondo sereno se suman los tonos inspirados en la naturaleza: los beige que evocan la arena, los ocres de la tierra seca, los verdes oliva y, por supuesto, los azules que recuerdan al mar. En muchas viviendas, estos colores aparecen en pequeños toques: cojines, jarrones, cerámica, textiles o marcos de ventanas.
2. Materiales naturales: del suelo al techo
El estilo mediterráneo se basa en una profunda conexión con el entorno, lo que se traduce en el uso de materiales nobles y naturales. La piedra, la madera y la cerámica reinan tanto en los acabados como en el mobiliario.
Los suelos de barro cocido o terracota, los techos con vigas vistas de madera o los muros encalados transmiten autenticidad y arraigo. A su vez, la elección de maderas claras —como el roble o el pino— en mesas, sillas o estanterías refuerza la sensación de naturalidad y luminosidad. En baños y cocinas, el uso de azulejos hidráulicos o cerámicas artesanales aporta ese toque artesanal tan característico.
3. Mobiliario sencillo y con historia
El mobiliario en una vivienda de estética mediterránea se caracteriza por su funcionalidad, líneas sencillas y acabado artesanal. Piezas robustas pero ligeras visualmente, sin ornamentos excesivos. Es frecuente encontrar bancos de obra con cojines, armarios de madera envejecida, mesas de comedor amplias con superficie irregular, y sillones o butacas de fibras naturales como el ratán, el mimbre o el yute.
En muchas casas, conviven muebles antiguos con otros de diseño contemporáneo, creando un diálogo entre tradición y modernidad que enriquece los espacios. No se trata de llenar, sino de elegir piezas con personalidad que inviten a quedarse.
4. Textiles ligeros y de fibras naturales
Las telas juegan un papel esencial a la hora de lograr una atmósfera mediterránea. Los textiles suelen ser de algodón, lino o muselina, en colores claros o con sutiles rayas y motivos geométricos.
Las cortinas vaporosas que se mecen con la brisa marina, las colchas de lino desestructuradas, los cojines con texturas suaves o las alfombras de esparto completan un estilo que invita a caminar descalzo, a abrir las ventanas y dejar que el verano entre en casa.
En dormitorios y salones, el uso de ropa de cama o fundas de sofá en tonos crudos o azules lavados aporta una frescura natural y sin esfuerzo.
5. Espacios abiertos y conectados con el exterior
Una de las claves del estilo mediterráneo es la integración de los espacios interiores con el exterior. Terrazas, patios, porches o jardines se entienden como una prolongación del salón o la cocina. Grandes ventanales, puertas acristaladas y zonas de estar al aire libre hacen que la vida se desarrolle también fuera de la vivienda.
Los muebles de exterior, cómodos y resistentes, están pensados para disfrutar del entorno: sofás bajos con cojines, pérgolas de madera cubiertas con cañizo, mesas de comedor bajo una parra, o simplemente un banco de piedra junto a un olivo.
La vegetación también cumple un rol decorativo esencial. Macetas de barro con lavanda, romero, cactus o buganvillas aportan color y aroma, reforzando la conexión con la naturaleza.
6. Elementos decorativos: menos es más
En el estilo mediterráneo, la decoración no busca el exceso. Se trata de resaltar la belleza de los materiales, la luz y el entorno, por lo que los elementos decorativos se eligen con cuidado. Piezas artesanales, cerámicas hechas a mano, jarrones de barro, cestas de mimbre, espejos con marcos naturales o cuadros con escenas marinas se convierten en acentos que dan vida sin saturar.
En las paredes, los nichos de obra o estanterías integradas son ideales para exponer objetos con historia, libros, esculturas o fotografías en blanco y negro.
7. El baño y la cocina: funcionalidad con alma
Tanto el baño como la cocina son espacios que, en las casas mediterráneas, combinan practicidad con un alto componente estético. Las cocinas suelen ser abiertas, con mucho almacenaje a la vista: estantes de obra, vajillas expuestas, barras de madera maciza y fregaderos de cerámica o piedra.
Los baños, por su parte, apuestan por una estética cálida y sencilla: lavabos sobre encimeras rústicas, paredes encaladas o con estuco, grifería en tonos cobre o negro mate y grandes espejos que duplican la luz. Los suelos de microcemento o piedra natural refuerzan esa sensación de pureza y calma.
8. Luz natural: la gran protagonista
Nada define mejor el estilo mediterráneo que la luz. Cada rincón de la casa está pensado para aprovechar al máximo la entrada del sol, con estancias abiertas, sin demasiados obstáculos visuales y colores que potencian la luminosidad.
En muchas viviendas, los espejos se colocan estratégicamente para reflejar la luz natural. Las paredes blancas y los techos altos ayudan a que la claridad fluya libremente, mientras que las lámparas se eligen con materiales ligeros, como el mimbre o el metal en tonos claros.
Por la noche, la iluminación se vuelve suave y cálida, con faroles, apliques y luces indirectas que crean un ambiente íntimo y acogedor.